Cada fin de año Dulce, nos ofrece un baile de máscaras, seductor, sensual para terminar el año, nuevas energías donde la magia y la fantasía sean la directriz principal de la última noche de año.
La partida de Billar
Esta vez, había una nota adherida detrás de la invitación, en ella en letras violeta decía:
<Tengo una apuesta contigo, a ver quien resiste más a ser seducido por nuestros encantos<
—Serás mi invitada a la última partida de billar de este año, tú vestirás de color azul, cuando estés en mi presencia, lanzaremos una moneda al aire, si sale cara jugaremos en el tapete verde, si sale cruz en tapete será del color de tu vestido.
Este tendrá un gran escote en la espalda y debajo no llevarás nada, tan salo un liguero y tus tacones de punta afilada.
Una capa negra te cubrirá del frío, y tu cabello lo traerás recogido, después veré que podemos hacer con él.
Atentamente: El caballero del sombrero de copa.
Cerré el sobre y pensé, ¿una partida de billar?, podría ser interesante.
Cada año me sorprendía más, una manera de terminar el año donde las bolas y el taco serían fundamental.
Estaba lista, vestida de azul, más que un hada pareciera una vampiresa, con mi recogido bajo, lo adornaba con una tira perlas en uno de los lados.
Llegué cinco minutos antes de la hora, subí aquellas escaleras y toqué la puerta del castillo, estas se abrieron en el hall, encima de la mesa había varios sobres cada uno con el nombre de la invitada, me acerqué y cogí el mío.
De fondo se oía un piano, y el murmullo de personas, imagine que algunos de los invitados ya estarían en el salón.
Al abrir mi sobre, había una indicación, sube al primer piso, busca la Habitación Violeta y espérame allí, mientras si lo deseas puedes echarte una partida de billar tu sola…
Subí las escaleras, allí estaban dos grandes mesas de billar, una con tapete azul y otra verde.
El ambiente era acogedor, la música de fondo, era un blues donde Koko Taylor estaba sonando su mítica canción I' m a Woma, eso me gusto, pues no sé cómo lo sabría, pero es el tipo de música que en esta ocasión me apetecía escuchar.
Deje mi capa sobre el sillón, y me dispuse a coger un taco de billar, ordene las bolas en su triángulo y cuando iba a dar, oí el pomo de la puerta, abrirse.
Como siempre tan enigmático, sus ojos a través de se mascara eran chispeantes, se acercó, me cogió la mano y la beso.
Sus labios húmedos dejaron, ese primer contacto en mi piel, haciendo que sintiera que algo me iba a proponer.
Metió su mano en el bolsillo del pantalón y saco una moneda, al aire la lanzo y en un leve susurro me pregunto, cara o cruz.
—Cruz
—Cara, elijo tapete.
Se acercó de nuevo a mí y con sus dedos acaricio mis pómulos.
Se quitó la chaqueta y quedo en camisa, cogió un taco y me invito a sacar yo primero.
Coloco en el tapete mis dos bolas, la blanca y la negra, tiro y dejo las bolas en una posición perfecta para hacer carambola, te doy paso a ti.
Las bolas han quedado en una buena posición, mientras intenta lanzar, me coloco tras de él, mis redondeces chocan con su espalda y mis pezones, los notas clavados en ti.
Ni te inmutas, el juego de la seducción está equilibrado, aunque tus planes parecen ir, por otro lado.
Empiezas a sacar punta a mi taco de billar, te miro extrañada y con una subida de ceja, me haces titubear.
Te acercas a mi espalda y posas tus labios, sobre la piel que deja al descubierto el escote de mi vestido.
Mi piel se eriza, no me esperaba que tan pronto comenzara el cortejo, de quien puede seducir a quién.
Entrecierras tus ojos, un suspiro débil sale de tu boca y me das esperanzas de que esta partida quede en tablas.
Me arriesgo y siendo muy osada, alcanzo tu cuello… lo beso, lo lamo y llego con mi lengua hasta el lóbulo de tu oreja, esa es por ahora mi mejor baza.
Te muerdes los labios, la partida no está terminada.
Ahora eres tú quien me bajas el vestido y bajas hasta mis pezones, los lames y llegas hasta mi ombligo, allí te detienes, tus dedos escalen como si fuera la montaña del Everest y haces que toda yo me estremezca de placer.
Estado a punto de rendirme, pero aún quiero más, desabrochó tu camisa, mis dedos navegan por tu torso como una pirata en busca de refugio, bajo mis manos y entre dos columnas de mármol está el palo mayor, me aferro a él, no quiero naufragar.
La partida está poniéndose dura, ninguno de los dos queremos tirar la toalla.
Ahora eres tú quien ataca de nuevo, te aferras a mis dos enormes esferas, adornadas con dos fresas rosadas y en punta esperando que sean consoladas.
Es cuando veo que tus manos cogen el palo del billar y le das tiza en la punta para hacer en un segundo carambola.
Mi mente se imagina de igual manera como coges mis piernas y la subes en esa mesa donde hace un segundo casi ganas la partida.
Ahora es cuando en serio comienza el juego.
Me apoyas en la mesa y mi Caos interno le tienes frente a ti, te le ofrezco, justo para ser penetrado.
Embestimos, carambolas van y vienen, sudamos, nos empapamos en nuestros propios fluidos, me tienes en un campo ardiente, mi cuerpo absorbe toda tu energía, es como si las bolas de billar estuvieran dentro de mí, todo el color en mi cuerpo, solo falta la blanca la que tú vas a depositar en el siguiente vaivén.
Estallo en mil pedazos, no solo mi cuerpo, mi recogido ha saltado y la diadema de perlas por el suelo ha quedado, mi melena cubre mi rostro empapado de sudor, pues tu bola exploto dentro de mí, me rompo, me desmayo te has apoderado y dueño te has hecho de mí.
A duras penas, puedo caminar, me despego de ti, y mirándote a los ojos, te pregunto¿Puedo besar al campeón, ofreciéndole mis bolas de marfil?
Y tú respondes, ¡claro que sí!
Campirela_
I