Tumbada en mi habitación,
cerré los ojos, mi mente volvió a ese encuentro furtivo con un desconocido, no
podía creer lo sucedido, jamás me había pasado nada parecido. No pondré excusas
de lo sucedido, tan solo paso y hoy aquí mis recuerdos torturan mi mente, en un
latir ardiente.
Allí estaba él, seductor, provocador, sin
conocernos, su mirada me atrajo, su voz me embeleso y sin darnos cuenta nuestra
conversación derivo en una sensualidad de compartir un mundo de nuevas
sensaciones, al menos para mí.
Me cogió de la mano y nos pusimos a caminar,
hablamos de mil cosas, notaba como su complicidad se abría en mí un camino
nuevo a descubrir.
Cuando nos quisimos dar
cuenta casi era de noche, hacía una brisa suave, él me echó su chaqueta por mis
hombros, note que temblaba, no sé si era su cercanía o el frío que sentía, tal
vez eran ambas cosas.
Nos sentamos en un banco del parque, el silencio nos
invadió por un momento, hasta que una sonrisa salió de nuestros labios al
unísono, quizás fueran nervios. Nuestros cuerpos se buscaron, y un deseo
desconocido nació dentro de mí.
Sus manos recorrieron mi
cuerpo con un tacto que apenas notaba sus dedos, pero sentía su cuerpo
ardiente, ese calor hacía que me sintiera cómoda, su boca encontró la mía,
pareciera que la estuviera esperando toda una vida, nuestras lenguas jugaron a encontrarse y
esconderse la una de la otra.
Mis senos aumentaron de
tamaño rozando, mis pezones, su tórax, sus manos ardientes fueron acariciando con maestría,
ese punto donde mi cuerpo declamaba más, mis piernas se rozaban dando cabida a
un placer desconocido.
Él cogió mi mano
llevándola a su intimidad, y en un runrunear me dijo que le acariciara, tan
bien quería sentir el placer compartido. Éramos dos vidas en plena erupción, su experiencia y mi pudor se complementaban a la perfección.
Descubrí sensaciones ocultas, sentí como mis
piernas se doblegaban ante tanto placer. Vi como él se desbordaba dándome su
esencia, una vida.
Allí en ese banco dejamos
algo más que deseo y placer, dejamos emociones. Hoy, aquí en mi habitación, los
recuerdos vuelven a mí, siento como su boca devora mi boca, saboreando mis partes intimas, sacando mis gemidos y haciéndome enloquecer.
Los recuerdos me llevan a
ti. No sé quién eres, ni donde estás, eso no importa, siempre sabré que un
desconocido me hizo vibrar, sentir y desear.
Campirela_