Cada sábado por la noche el grupo de amigos nos reuníamos en casa de Carlos a jugar al billar, somos nueve en total, de ellos tres son pareja y tres estamos sin compromiso, pero la partida de billar es sagrada, a pesar de llevar años haciendo lo mismo es la insignia del grupo para que no se disuelva, es el único día de la semana que nos reunimos los nueve amigos.
Sebas y Ángel son unos artistas con las bolas, los demás nos defendemos, pero ellos dos tienen madera de jugadores. Aquel sábado ocurrió algo inesperado, tal vez fuera aburrimiento, rutina. Sebas empezó diciendo que estaba un poco apático que ya se cansaba de hacer siempre los mismo le estaban pareciendo tediosos aquellas partidas de billar. Su pareja Celia, una chica despampanante propuso un juego que al principio nos dejo con la boca abierta.
_ Porque no, nos jugamos algo, pero no dinero sino algo más personal.
_ Hubo un pequeño revuelo, entre risas, miradas lascivas y diría que hasta algún intercambio de gestos aprobando la propuesta de Celia.
El grupo se fue congregando alrededor de la mesa del billar. Fue Ángel quien comenzó diciendo:
_ No me gustan las bromas en el juego, si queréis jugar fuerte ateneros a las consecuencias, una vez que decidamos participar hay que llevarlo a cabo hasta el final, nada de rajarse en mitad de la partida.
Las normas eran sencillas, jugarían por parejas, aunque podrían tomar decisiones individuales sin consultar a su partenaire.
_ Cada vez que la bola cae en el hueco del contrincante la pareja ganadora está en el derecho de hacer una pregunta personal o bien quitarle la prenda de vestir que desee.
_ Los nueve estaban de acuerdo, solo había un fallo uno no tenia pareja.
La solución llegó de la mano de Berta, por qué no lo echáis a suerte vosotros tres y él que saque el palo más corto es el encargado de grabar toda la partida, así podremos verlo después y volver a vivir las sensaciones de otra manera.
La idea era morbosa pero excitante, el encargado de ello fue Javier, no puso objeción ya que le fascinaba el plan.
_ Aquella partida fue más que eso, se descubrieron cosas intimas que dejaron tocado al grupo, pero antes ocurrió algo que nos marco para siempre, el verse todos en ropa intima les provoco un deseo descontrolado, ellas estaban hermosas con sus ligueros y tacones, ellos con sus bóxeres marcando sus genitales en pleno esplendor, las hormonas alteradas dio paso a un desenfreno que no pusieron límite, descubrieron el placer en conjunto y se limitaron hacer esa tarde algo diferente, todos participaron y todos jugaron a un juego peligroso, en ese instante no se dieron cuenta... Sería al próximo sábado cuando llegada la hora de la partida nadie se presento en casa de Carlos, no hubo excusas simplemente la partida había llegado a su fin.
Campirela_