Aquel lugar era oscuro, mis pensamientos tenían deseos ocultos que me llevaron a entrar y desahogar mis tensiones del día.
Pague por adelantado, no quería ver ningún cuerpo, por muy sensual que fuera, solo deseaba unas manos delicadas y suaves que supieran hacer bien el trabajo.
La cabina era oscura, la música sensual, un saxo de fondo hizo que la tensión fuera disminuyendo, fue cuando pude oír su armoniosa voz. Con un toque que hacía que me precipitara al pecado, con su tono dulce, me fue diciendo que me bajara los pantalones, que dejara mi miembro libre de ataduras y lo depositara a su merced.
Así lo hice, cuando tuvo mi falo entre sus manos, mis únicas palabras fueron, arranca mi sexo y hazme olvidar.
Me masturbó de mil maneras, sus manos expertas eran las dueñas de mi vida, mi cuerpo se evadió, mi mente navegó por mil rincones placenteros,
Llegué arriba, a las estrellas, vi la vía láctea, y cuando pensé que mi fin estaba a punto de estallar, fue cuando sentí su húmeda lengua, acariciarme, ya no pude más y derramé todo mi néctar sobre ella.
Después de recuperar la compostura, ella no dijo nada, no vi más sus manos y, menos aún, su cara.
Salí tan aliviado, que al cruzarme con un mendigo le di dos billetes. Que sería, pero aquella masturbación me hizo sentirme el ser más agradecido y generoso del mundo.
Campirela_