Me sentía observada, sentía como sus ojos se clavaban en la abertura de mi blusa, ella ofrecía partes intimas de mi cuerpo.
Cada tarde paseaba por delante de él, siempre atento a los clientes con su pajarita y bien peinado bandeja en mano servía cócteles a los turistas que descansaban en aquella terraza de verano.
Sentía su mirada, su templanza me excitaba, esperaba algo malvada que alguna tarde se despistara y tropezara al mirame, pero hasta hoy siempre fue fiel a su labor de hacer un buen servicio a la clientela que día tras día les servía con ahínco.
Aquella tarde no estaba mi camarero, me quedé descolocada pues llevaba la misma blusa del primer dia que le conocí, pasee varias veces por delante de la terraza al no verle me fui hacia la playa, el calor me abrumada y el mal humor también. Faltaba menos de cien metros para pisar la arena cuando por detrás sentí unos brazos fuertes que me sujetaban, no me dio tiempo a gritar pues sus labios me lo impidieron, su lengua jugueteó con la mía mientras manos se escabulleron a través de la abertura y antes de darme cuenta sus dedos estaban buscando mi sexo.
Tenía miedo, pero no quería que parara, sentía como algo fuerte y duro se acercaba al lugar que ocupaba esos dedos habilidosos que ya habían conquistado parte de mi tesoro... me aferre más a él, incitarle era todo un placer, oír su respiración agitada elevaba mi libido hasta el punto de sentir como mi primer orgasmo me levantaba los pies del suelo, ahí fue cuando él me susurró al oído " ya no puedo más"...
Nos cogimos de la mano y echamos a correr hacia el mar, él nos estaba esperando para apagar ese fuego volcánico que arrastraban nuestros cuerpos llenos de deseo y estallidos de pasión.
Campirela_