Ella apareciรณ en la puerta, empapada, con la mirada encendida, provocadora
รl no se inmuta. Solo alza la mirada, y con ella, el mundo se detiene.
El vestido pegado a su piel revelaba mรกs de lo que oculta,
—Quรญtate eso —dice, sin levantar la voz.
La observรณ, sin pestaรฑear, como quien mide el alcance de una tormenta.
Ella obedece, no por sumisiรณn, sino por deseo.
Cada gesto suyo es una coreografรญa de fuego,
pero รฉl dirige la mรบsica con una sola palabra.
—Ven.
Y ella va. No camina, se desliza.
Como si sus pasos fueran parte de un ritual antiguo,
donde el poder no se grita… se susurra.
รl la toma por la nuca, firme, sin violencia.
La lluvia afuera ruge, pero dentro, el silencio es mรกs salvaje.
Ella cierra los ojos. รl no.
Porque el arte del dominio estรก en mirar mientras el otro se entrega.
Campirela_